Javier Corral, el Plan C y agosto en junio

La implicaciones de la reforma laboral ha conmovido hasta sus cimientos las estructuras judiciales de todo el país; nadie, absolutamente nadie con dos dedos de frente —o que no sea un malicioso retorcido o débil moral— puede ver con buenos ojos que los jueces sean electos por la chusma.

La regresión que implica este método es evidente.

Imagínese, querida lectora, gentil lector, en qué estará pensando el juzgador al que le falte un año o dos para terminar su periodo. La que debería ser una actividad fundamentalmente intelectual, profesional, ética, responsable, altamente especializada, se va a convertir en ocasión de bulla electorera. Una de las pocas actividades públicas, significada por un servicio profesional de carrera de buen nivel, se va a mandar al carajo al incluir, innecesariamente, un factor como la incertidumbre en ése que, debiera ser, un proceso estrictamente de carácter objetivo. Con la adopción de esta medida y la eliminación del haber de retiro, el famoso “Año de Hidalgo” (chsm el que deje algo), se va a volver una práctica habitual en la judicatura. Es decir, uno de los supuestos propósitos de la reforma, combatir la corrupción, se verá quebrantado en el terreno de los hechos con ese incentivo perverso que logrará exactamente lo opuesto del fin deseado.

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Pues bien, en ese contexto, el inefable Javier Corral —ese chapulinsote, tránsfuga del blanquiazul y renacido morenista—, exdiputado local, exdiputado federal, exsenador, exgobernador de Chihuahua y excremento, se ha manifestado a favor de la propuesta.[1]

¡Él! ¡Javier Corral! El idiota que pretendió “limpiar” al Poder Judicial con esa bruj…, digo, con esa escoba, llamada Lucha Castro. ¡Él! ¡Javier Corral! El mismo Javier Corral que alguna vez afirmó, con esa voz grandilocuente e impostada que lo caracteriza, que él nunca había llamado a juez o magistrado para sugerir resolución alguna e incluso retó al mundo a demostrarlo;[2] fue al mismo que le rompieron el hocico y lo cacharon en famosa llamada[3] (con la magistrada Adela Alicia Jiménez Carrasco[4]) y quien reconoció que sí existió una conversación vía telefónica de contenido sospechoso,[5] de la que no se puede decir —como se pretendió—, que se violó intimidad alguna ni, menos, que dicha conversación fue un “ejercicio de una colaboración ‘transparente de poderes’”;[6] por la simple razón de que el artículo 44 de la Ley Orgánica del Poder Judicial local disponía en ese entonces que la elección del presidente del Tribunal Superior de Justicia se hará de entre los magistrados por el voto de las dos terceras partes “de las y los integrantes presentes del Pleno”.[7] Punto.

 

Pues bien, ese cochinote, es el que ahora aplaude una de las iniciativas más execrables que viene a destruir, desde sus fundamentos, el andamiaje judicial en nuestro país.

Lo peor es que, de adoptarse esta medida, la destrucción se habrá consumado de modo irreparable y para siempre; pues si con el tiempo tratara de revertirse para regresarla a su estatus actual, los encargados de esa maniobra serían los mismos ministros, magistrados y jueces electos por MORENA con el apoyo del populacho. Es decir, basura hurgando entre la basura.

Por lo pronto, ese proceso degenerativo ya comenzó. Ya hay magistrados y jueces —en los ámbitos federal y local—, que están viendo cómo salvan el pellejo calculando, merced a complejas ecuaciones algebraicas, hasta dónde y cómo van a poder dar el brinco que los deje en el barco morenista; en tanto, otros, ya empezaron a hacer ejercicios gimnásticos por la mañana, para ver hasta dónde les alcanza el lomo a la hora de estirarse y agacharse, agacharse, agacharse, para besar los pies de sus nuevas majestades.

Nada raro, por cierto; si algo han visto mis ojitos pestañudos y vivaces en estos diez largos años en el seno del Poder Judicial local, es eso precisamente: abundan (no lo son todos) magistrados y jueces que si bien son inteligentes, talentosos, preparados y hasta cierto punto íntegros, no dejan de ser  traicioneros, mentirosos, mezquinos, cobardes y carentes de dignidad, ansiosos de un mendrugo que les sea arrojado desde el poder. A esos, el reloj del tiempo ya se les adelantó porque, en pleno junio, están por hacer su agosto. ¡Felicidades! ¡Y mucha suerte!

Los ciudadanos de bien, dentro del Poder Judicial de Chihuahua, ya sabemos a dónde vamos: ¡a la resistencia! ¡A darle!

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 Luis Villegas Montes.

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