
EL BURRO Y LA CABRA
En un árido páramo donde el viento silbaba entre las rocas, vivían un burro de lomo fuerte y una cabra de mirada astuta. Ambos servían a un pastor que los llevaba cada día a buscar pastos escasos entre los cardos.
Una tarde, mientras el sol quemaba las piedras, la cabra vio cómo el pastor guardaba un puñado de dulces higos en su zurrón. Deseándolos para sí, se acercó al burro y dijo con voz melosa:
—¿No es injusto que nosotros trabajemos tanto y él disfrute de manjares? Tú, que eres más fuerte, podrías empujarlo y tomar lo que merecemos.
El burro, aunque de corazón sencillo, no era tonto. Recordó cómo la cabra había dejado caer un cántaro días antes para que lo culparan a él.
—Si quieres los higos, tómalos tú —respondió mientras masticaba un cardo con indiferencia—. Pero recuerda: el pastor lleva un cayado.
La cabra, impaciente, saltó sigilosa hacia el zurrón. Sin embargo, al rozarlo con sus cuernos, el pastor despertó y la golpeó en el lomo.
—¡Animal traicionero! —gritó—. Mañana te ataré lejos de los pastos frescos.
Mientras la cabra se arrinconaba dolorida, el burro susurró:
—La envidia ciega hasta a los ágiles.
Moraleja: Quien maquina contra otros cava su propio castigo, pues la malicia es un cuchillo de doble filo. (EMC)