Un mensaje desde las sombras

Controversial…

Un mensaje desde las sombras

Por: Raúl Sabido

El día aparecía ya sobre la Ciudad de México con su habitual mezcla de caos y rutina, pero ese 20 de mayo, algo más oscuro se infiltró en el aire por esa mañana temprano, cuando la ciudad iniciaba su diaria rutina, una sombra calculada, un golpe con precisión que emitía un mensaje que trascendía las habilidades criminales comunes, habían sido manos profesionales quienes le arrebataban la vida a dos funcionarios de la CDMX.

Un golpe certero hacia dos funcionarios no importantes, ni estratégicos, que hubieran requerido de la inversión criminal de recursos en logística y de profesionales, y esto sustenta la percepción de que fue el envío de un mensaje a las autoridades todas, es percibido por la sociedad como un mensaje de desafío al gobierno de la CDMX y al gobierno federal con todas sus estructuras policiacas, de inteligencia civil y militar, de seguridad.

El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no fue un acto fortuito

A ambos le fueron arrebatadas la vida en una zona de alta circulación, un espacio donde la visibilidad era clave, donde cantidad de personas observaron el crimen y los hechos se narran solos, los videos dan cuenta de lo profesional que es el asesino, sencillamente al disparar su arma de fuego no hubo errores, fue preciso, contundente, quien ejecutó la acción lo hizo con un conocimiento profundo de tiempos, tecnología, movimientos y consecuencias.

Este no es solo un crimen. Es un desafío

Las instituciones de seguridad de la Ciudad de México y del país han sido puestas a prueba. El mensaje desde las sombras no es solo una demostración de fuerza, sino una prueba de hasta cuánto pueden desafiar al sistema sin consecuencias

Sin embargo, mientras las autoridades trabajan en esclarecer los hechos y actuar con contundencia, han surgido voces mezquinas que han desviado el enfoque real del crimen. No buscan justicia, no exigen respuestas, sino que han convertido este asesinato en una herramienta para sembrar incertidumbre y debilitar la imagen gubernamental, buscando empatar las narrativas con el discurso invasivo de Donald Trump.

El gobierno de la CDMX fue el principal blanco de esta agresión. Fueron sus empleados quienes pagaron el precio de una violencia calculada y perfectamente bien dirigida al objetivo. Y, a un nivel más amplio, este crimen es un desafío al gobierno federal, a sus instituciones de seguridad y a su capacidad de reacción. No obstante, ciertos sectores han distorsionado los hechos para impulsar narrativas sin sustento, ignorando el verdadero problema: una amenaza directa a la autoridad legítima.

Han llegado incluso a llamarlo “crimen de Estado”, una aseveración tan infundada como peligrosa, que no responde a la verdad, sino a intereses ajenos a la justicia. Estas percepciones acomodadas, que buscan minar la credibilidad institucional, solo benefician a quienes operan desde las sombras, pues desvían la atención de lo que realmente importa: la identificación y captura de los responsables, la restauración del orden y la reafirmación de que no habrá impunidad.

La reacción gubernamental no puede dejar lugar a dudas. Las fuerzas de seguridad, la Policía de la CDMX, el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional y los órganos de inteligencia, deben actuar con precisión quirúrgica. No es solo cuestión de capturar responsables, sino de restaurar la percepción de autoridad.

La respuesta marcará el rumbo de la seguridad y del orden. Un mensaje ha sido enviado desde las sombras. Ahora, el Estado debe responder con claridad y determinación, con contundencia.

Un crimen de alto costo

El trajinero diario de la Ciudad de México fue interrumpido por un acto que no respondía al azar ni al impulso. El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no fue solo una ejecución; fue una inversión, un mensaje cifrado en sangre, calculado con precisión y financiado con recursos que muy pocos pueden permitirse.

No es cualquier crimen. No se trató de sicarios desesperados ni de ajustes de cuentas inmediatos. La logística, la planeación, el arma utilizada y la ausencia de errores operativos evidencian algo más: una organización con acceso a capital, inteligencia y control estratégico. Alguien pagó para que esto sucediera de la manera exacta en que ocurrió.

Y ese pago no fue menor, las preguntas surgen en el análisis: ¿Quién tiene los recursos para un crimen de tal escala?, ¿Qué agenda se impulsa con este golpe?, ¿Por qué era necesario este mensaje y a quién va dirigido?

Los círculos de poder saben que los crímenes de esta naturaleza no son un mero estallido de violencia. Son un punto de inflexión, una movida calculada dentro de un tablero más grande. La elección de las víctimas, el momento y el lugar de la ejecución, todo sugiere que no fue solo una represalia, sino una declaración de intenciones.

Pero el verdadero mensaje es otro. No es un golpe contra una figura política en particular; es un desafío al Estado mismo, a su estructura, a su capacidad de respuesta.

Quien esté detrás de este crimen midió el costo, calculó el impacto y ahora observa la reacción.

Y esa reacción no puede dejar dudas. La respuesta del gobierno debe demostrar que la autoridad no se compra ni se desafía sin consecuencias. Las instituciones de seguridad deben actuar con la misma precisión que quienes orquestaron este crimen, con la misma determinación, con la misma fuerza estratégica.

Alguien le ha pagado por este crimen a profesionales y ahora se deberá demostrar que es el estado quien tiene el control total del país.

Como ciudadanos deberemos estar a la expectativa de las informaciones que el gobierno de la CDMX le comparta a la sociedad.